Tamizar
El término de cocina tamizar alude a pasar un alimento por un tamiz o un colador fino para separar las sustancias más gruesas de las más finas, o para deshacer las partículas consiguiendo que sean más finas.
Este término aparece especialmente en las recetas de repostería, en las que normalmente se nos pide tamizar la harina. Hay muchas personas que piensan que es un paso prescindible, pero en realidad al saltárselo varían el resultado final del postre. En cocina ningún paso suele ser baladí.
Por lo general, se nos suele pedir que tamicemos la harina, conseguimos con ello muchas cosas, como por ejemplo, deshacer los grumos que pueden haberse formado por la humedad o por la propia compresión del paquete. Lograremos también airear la harina, lo cual conseguirá aportarle un grado extra de esponjosidad a los bizcochos. Por supuesto, conseguiremos limpiar las impurezas que pueda llevar asociada la harina.
Cuando en una receta se nos pide que tamicemos juntos dos ingredientes, léase harina y levadura o cacao en polvo, por ejemplo, lo que estamos consiguiendo es que sus partículas se mezclen de manera homogénea.
A la hora de tamizar podemos contar con un instrumento especial para tal efecto, es decir un tamiz, un recipiente redondo que tiene como base una rejilla metálica que puede ser de diferentes grosores. Pero si no disponemos de un tamiz, podemos utilizar perfectamente un colador que sea fino y que, por supuesto, esté limpio.
Para tamizar simplemente ponemos la cantidad de harina que lleve nuestro plato en el colador y le vamos dando golpecitos con la mano para que vaya pasando a través de la rejilla. Se pueden tamizar prácticamente todos los tipos de harina, salvo la integral, porque de tamizar esta perderíamos la cáscara que es una de sus características. Pero debería ser en la propia receta donde se nos indicase la necesidad de tamizar ya que dependiendo del tipo de postre, quizás no sea un paso necesario.