El tajine es un recipiente de cocina de origen marroquí. Se caracteriza por estar hecho de barro, tiene una forma muy peculiar, está compuesto por dos partes un plato hondo y una tapa de forma cónica.
Este utensilio de cocina, al igual que pasa por ejemplo con la paellera, también da nombre a los guisos que se elaboran en él. Los platos que se realizan en un tajine se caracterizan por tener una cocción muy lenta. Las propias características del utensilio hacen que esto sea así, ya que el barro es un material que es capaz de concentrar altas cantidades de calor y repartirlas de manera homogénea.
Tajine útil para reducir el gasto energético
La forma cónica del tajine facilita que el vapor de agua que se forma durante la cocción de los alimentos se quede dentro del recipiente, con lo que los alimentos mantienen intactas casi todas sus características en cuanto al sabor y el olor se refiere. Por todas estas características es una forma de cocinar con un gasto energético muy reducido, sumado a la capacidad del barro de retener el calor que consigue mantener durante mucho tiempo el guiso a la temperatura idónea de servicio.
Curar el tajine
Como cualquier utensilio de barro tenemos que curar el tajine antes de darle su primer uso, con la finalidad de que el barro no se quiebre con los cambios de temperatura y nos dure mucho tiempo. Se trata de un proceso muy sencillo, tan solo tenemos que sumergir el tajine en agua un mínimo de 6 u 8 horas. Después tiramos el agua y untamos todo el recipiente de aceite de oliva. Posteriormente lo metemos en el horno a 160 grados durante una hora. Dejamos que se enfríe y ya estaría listo para ser usado.
Otra variante después de haberlo dejado sumergido igualmente en el agua, es frotar con ajo toda su superficie, llenarlo de agua y ponerla a hervir.